miércoles, 30 de marzo de 2011

Cambiar por Cambiar no es Innovar

Innovar está de moda. Al igual que ocurrió hace años con la calidad, la innovación se ha convertido en uno de los ingredientes que no puede faltar en cualquier receta para alcanzar el éxito, tanto si hablamos deempresas como de emprendedores.

El problema cuando un término se convierte enbuzzword, o palabra de moda, es que al ser usado más allá del contexto en el que se originó, con frecuencia de forma imprecisa o incorrecta, se desvirtúa y pierde buena parte de su significado original.

Como ejemplo, no hay más que ver el uso y la forma en que se aplica el concepto innovación en muchas empresas para comprobar lo nocivo del efecto anterior.

La verdadera innovación suele implicar un ejercicio de autocrítica que pasa por revisar a fondo los paradigmas desde los que habitualmente se opera. No se trata de realizar pequeños cambios cosméticos sino de introducir cosas nuevas. Este no suele ser un ejercicio sencillo ya que por lo general conlleva un cierto componente de riesgo, lo cual choca frontalmente con el statu quo y los responsables de mantenerlo, es decir, los directivos.

Por eso, una forma habitual de resolver el dilema entre la necesidad de ser tenidos por innovadores y la inercia de las organizaciones es el cambio por el cambio.

El cambio por el cambio es de hecho una de las principales fuentes de sustento para las grandes consultoras industriales y razón de ser de un porcentaje considerable de altos cargos directivos. Ejemplos de este tipo de cambio son las centralizaciones y descentralizaciones de departamentos y funciones, la externalización y posterior re-internalización de tareas o, simplemente, los cambios constantes en la estructura organizativa.

Como anécdota, recuerdo una empresa donde tenían un sitio web en la intranet destinado a almacenar todos los acrónimos de las distintas organizaciones actuales y pasadas, ya que los nombres de las divisiones y departamentos solían cambiar al menos una vez al año y se daba por sentado que era imposible recordarlos todos.

Sin embargo no se debe confundir este tipo de cambio con innovar. De la innovación se espera una mejora tangible en comparación con lo que existía antes de que tuviera lugar. En el cambio del que hablo se trata precisamente de lo contrario:cambiar todo en apariencia para que nada cambie en esencia.

El motivo por el que soy crítico con estos cambios periódicos más o menos indiscriminados es por su coste en términos de productividad, conocimiento y motivación.

Coste productivo por los necesarios tiempos de aprendizaje y adaptación a las nuevas estructuras o formas de hacer, al que suele sumarse la propia pérdida de productividad que supone implantar procedimientos y estructuras nuevas por lo general no probadas, poco meditadas y más orientadas a la cosmética que al resultado.

Coste de conocimiento porque las redes en las que reside el conocimiento tácito de las organizaciones suelen verse parcial o totalmente desmembradas con este tipo de movimientos aleatorios.

Coste de motivación porque la pérdida de productividad y conocimiento no se ve acompañada de mejoras reales, al menos no al nivel en el que tienen lugar los cambios, lo cual genera frustración y desencanto con la organización.

No digo que estos cambios no puedan suponer puntualmente algún tipo de mejora en las tres áreas antes mencionadas, sino que el balance neto rara vez arroja un resultado positivo. Entiendo que la verdadera razón de ser de estos cambios es propagandística y no es que me parezca mal sino que el precio que se paga es, en mi opinión, demasiado alto.

Afortunadamente para los amantes del cambio por el cambio, las organizaciones no son perfectas. Es decir, que siempre habrá un cierto número de cosas que no funcionen bien o que, al menos, podrían funcionar bastante mejor. En otras palabras, si el cambio continuo es importante para la imagen que quieres transmitir de tu organización, adelante con él, pero al menos ten la sensatez de dejar al margen las cosas que funcionan bien y lleva a cabo los experimentos en las áreas que difícilmente puedan ir a peor. Igual te llevas una sorpresa y alguno de esos cambios se traduce en algo positivo.

Pero por favor, no confundas cambiar con innovar y, como dicen por ahí “if it ain’t broken, don’t fix it” (si no está roto, no lo arregles) o, en otras palabras, si algo funciona, no lo cambies.

Fuente: www.optimainfinito.com



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