Autor: zoomboomcrash
Cuando estamos en la escuela, en la universidad, en la academia o en el instituto nos enseñan de todo menos a ser jefes. ¿Jefes? Pues sí, porque tarde o temprano, muchos de nosotros seremos jefes y como no nos han pasado el manual, solemos improvisar y meter la pata. Los de abajo los sufren. Los jefes también sufren porque les entra la neura.
No voy a escribir el manual para ser jefe, sino el modelo de jefe que nos gustaría tener a todos.
1. Increíble; da los buenos días. Nos encanta que los jefes, superjefes y megagefes entren en la oficina y saluden a todos los que se encuentran a su paso. Algunos se olvidan de la cortesía natural.
2. Tiene su despacho abierto. Eso significa que tiene las orejas abiertas y puede uno entrar y dialogar. Buena señal.
3. No se pone nervioso. Aunque las máquinas se estropeen, se vaya la luz, el sistema se caiga o el temporal paralice las operaciones, el jefe siempre tiene una sonrisa, incluso a pesar de la crisis. Eso nos tranquiliza.
4. Tiene visión. No hay cosa peor que no saber de dónde venimos ni adónde vamos. Me refiero en el mundo de la empresa. Este jefe tiene una visión y encima la transmite a todos.
5. Me pone en mi sitio. Muchas veces los empleados no sabemos para qué valemos y de repente llega un jefe y encuentra en nosotros potencias que desconocíamos. Nos descubre a nosotros mismos. Nos hace sentirnos valiosos.
6. Me amonesta. Lo has hecho mal, reconócelo. ¿Quién no mete la pata? Para eso están los jefes: para corregir nuestros errores.
7. Me informa. No se conforma con ordenar sino que te explica cómo hay que hacer las cosas. Es la transmisión de la sabudiría de una generación a otra, como los abuelos. Nos hace más sabios.
8. Me forma. Invierte dinero en cursos de formación prácticos y positivos. Nada de cursos estúpidos que sólo representan un gasto inútil para la empresa.
9. No miente. Jamás promete algo que no pueda cumplir. Por eso me fío de él.
10. Me pide que le ayude. El jefe no tiene todas las respuestas pero sabe encontrar a la gente que las tiene. Me pregunta mi opinión, confía en mí, se fía de mí.
11. Me exige. Me encomienda misiones difíciles, me pone al borde de mi capacidad y me ayuda a lograrlo. Mi mayor tortura es defraudarle.
12. Se acuerda de mí. De mi cumpleaños, de la enfermedad de mi madre, de mis hijos, de mi estado de salud.
13. Me felicita. A veces, pasamos meses o años tratando de hacerlo mejor pero nadie lo reconoce. Un día inesperado este jefe (hombre o mujer) nos da unas palmaditas. Con ese gesto, ya ha alegrado nuestro día.
14. Me premia. Una subida de salario, una compensación extraordinaria, un viaje inesperado. Después de las pamaditas, no hay mayor satisfacción que una ayuda monetaria.
15. Me hace jefe. Ahora sólo queda imitarle.
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