AUTOR(A): Hermes Antonio López Zapata
Cuando estudiamos, aprendemos a ser profesionales y en general nos hacemos propietarios del área del conocimiento que nos acredita como tales. Posteriormente, ya sea que trabajemos para alguna organización o que nos desarrollemos en el profesionalismo independiente, comenzamos a alternar, con otros profesionales y organizaciones que compiten con los mismos objetivos, por nuestras mismas metas (y clientes). A veces superándonos en antigüedad, conocimiento del medio o sencillamente sagacidad natural para tomar ventajas de oportunidades de negocios. Y es que tenemos que aprender a vendernos con eficacia. Tanto con nuestros colaboradores como con nuestros prospectos de negocios, hacia atrás y hacia adelante en nuestra propia cadena de valor. No podemos saltarnos técnicas básicas que nos permitan ser percibidos conforme un diseño que nosotros mismos elaboremos y por supuesto promovamos. Personal o virtualmente. Si profesionalmente nos preparamos para ofertar para para otros, bien deberemos aprender a hacerlo con nosotros mismos.
Para nuestro empaquetado, no es tan importante nuestra opinión sobre cómo nos vestimos, presentemos o nos comuniquemos como la de aquellas personas que queremos que compren nuestros productos o servicios o especialmente a nosotros mismos. La puntualidad y calidad de nuestro trabajo, la confiabilidad de nuestros criterios, la seriedad de nuestros compromisos constituirán la base de nuestro propio etiquetado y aunque es mucho lo que podamos seguir elaborando al respecto es fundamental entender que si no lo hacemos, organizada e inteligentemente, otros lo harán por nosotros y es casi seguro que no nos gustará la etiqueta que otro nos coloque.
lunes, 11 de enero de 2010
Prepárense para la guerra mundial del agua.
Autor: zoomboomcrash
En los últimos cien años la población mundial se ha triplicado pero los desiertos han avanzado, secando muchos acuíferos. En lugar de ahorrar ese combustible corporal, el consumo de agua por persona en el primer mundo se ha incrementado en muchos litros por año porque nos gusta estar bien limpitos, bañaditos y frescos, como los anuncios de televisión. Encima, la mejora de la calidad de vida en los países subdesarrollados está directamente relacionada con el aumento del consumo y del acceso al agua, como tiene que ser.
En cualquier economía de mercado, un bien que escasea debido a que aumenta la demanda y se reducen sus existencias, tendrá que valer mucho, ¿no? Más todavía si pensamos que un ser humano puede estar dos o tres semanas sin comer, pero no puede pasar más de cuatro días sin agua.
Los expertos dicen que en 2020, el agua moverá un mercado de billones de dólares. Veamos las cifras que nos aporta la web uncommonwisdom (sabiduría no popular).
El agua potable sólo ocupa el 3% del total de las reservas de agua del planeta. Y está sobre todo contenida en glaciares y nieves. Al final, eso significa que sólo podemos consumir el 1% del agua existente en el planeta.
Los expertos estiman que la población mundial del planeta se incrementará de 6.800 millones a 9.200 millones para el año 2050. Ese va a ser el mercado potencial y seguro de consumidores. Y encima, a medida que se incremente su nivel de vida, subirá su consumo per capita. En Occidente necesitamos unos 50 litros por persona al día.
Para que medio kilo de semillas pueda germinar se necesitan 53 litros de agua. Y se requieren 1.646 litros para obtener medio kilo de carne, 7.000 litros de agua, para obtener 3,7 litros de leche, y casi 70.000 litros de agua para fabricar una tonelada de acero.
Como decía el analista de esta web, Sean Brodrick, el petróleo y cualquier fuente de energía fósil se puede sustituir por otras fuentes de energía como la eólica, pero el agua no se puede sustituir. Y aunque no hay un mercado donde cotice el agua, sí existen fondos o firmas que siguen de cerca los movimientos de las empresas ligadas a mundo del agua.
Desde luego, va a ser la materia prima del futuro. En muchas zonas del mundo como en Palestina, el agua es el principal problema. Eso se va a agravar en el futuro en todo el planeta. En lugar de ver el estallido de guerras por el control del petróleo, estallarán conflictos por el control de las fuentes de la vida.
En los últimos cien años la población mundial se ha triplicado pero los desiertos han avanzado, secando muchos acuíferos. En lugar de ahorrar ese combustible corporal, el consumo de agua por persona en el primer mundo se ha incrementado en muchos litros por año porque nos gusta estar bien limpitos, bañaditos y frescos, como los anuncios de televisión. Encima, la mejora de la calidad de vida en los países subdesarrollados está directamente relacionada con el aumento del consumo y del acceso al agua, como tiene que ser.
En cualquier economía de mercado, un bien que escasea debido a que aumenta la demanda y se reducen sus existencias, tendrá que valer mucho, ¿no? Más todavía si pensamos que un ser humano puede estar dos o tres semanas sin comer, pero no puede pasar más de cuatro días sin agua.
Los expertos dicen que en 2020, el agua moverá un mercado de billones de dólares. Veamos las cifras que nos aporta la web uncommonwisdom (sabiduría no popular).
El agua potable sólo ocupa el 3% del total de las reservas de agua del planeta. Y está sobre todo contenida en glaciares y nieves. Al final, eso significa que sólo podemos consumir el 1% del agua existente en el planeta.
Los expertos estiman que la población mundial del planeta se incrementará de 6.800 millones a 9.200 millones para el año 2050. Ese va a ser el mercado potencial y seguro de consumidores. Y encima, a medida que se incremente su nivel de vida, subirá su consumo per capita. En Occidente necesitamos unos 50 litros por persona al día.
Para que medio kilo de semillas pueda germinar se necesitan 53 litros de agua. Y se requieren 1.646 litros para obtener medio kilo de carne, 7.000 litros de agua, para obtener 3,7 litros de leche, y casi 70.000 litros de agua para fabricar una tonelada de acero.
Como decía el analista de esta web, Sean Brodrick, el petróleo y cualquier fuente de energía fósil se puede sustituir por otras fuentes de energía como la eólica, pero el agua no se puede sustituir. Y aunque no hay un mercado donde cotice el agua, sí existen fondos o firmas que siguen de cerca los movimientos de las empresas ligadas a mundo del agua.
Desde luego, va a ser la materia prima del futuro. En muchas zonas del mundo como en Palestina, el agua es el principal problema. Eso se va a agravar en el futuro en todo el planeta. En lugar de ver el estallido de guerras por el control del petróleo, estallarán conflictos por el control de las fuentes de la vida.
No es broma: la crisis es tu mejor regalo.
Autor: zoomboomcrash
Pocas personas, salvo los médicos, se han parado a reflexionar sobre las ventajas de las enfermedades que nos azotan. Para luchar contra una invasión de gérmenes, el cuerpo humano aumenta la temperatura, los músculos flojean, y el ánimo decae. Justamente lo que necesita el cuerpo para vencer. Pues resulta que si no sintiéramos dolor y malestar, estaríamos tan campantes en la calle consumiendo energías vitales que necesitan nuestros anticuerpos y células para sobrevivir a un ataque. Nos están diciendo: “Eh, los de arriba, que no os vayáis de botellón porque necesitamos vuestro apoyo para echar a los invasores”.
Lo mismo nos enseña la crisis. Gracias a ella hemos aprendido a ahorrar. Ahí está la cifra del aumento del ahorro en la renta de las familias españolas, ahorramos energía por si las moscas, es decir, por si la tenemos que consumir más tarde.
Nos hemos dado cuenta de que estábamos abonados a un montón de seguros, canales, y gastos superfluos. Adiós con todo eso. La crisis también nos ha enseñado a administrar las cuentas de la casa, porque hemos pasado los últimos cinco o quizá diez años sin mirar las facturas que llegaban del banco. Las tirábamos en una caja y ni siquiera las abríamos. Directas al cubo de basura. Total, sobraba dinero.
Ahora, la crisis nos ha enseñado a convertir una caja de zapatos en nuestro cuadro de mandos: metemos las facturas ordenadas alfabéticamente. El teléfono, el coche, la comunidad, la luz, el agua, el colegio, en fin, todo eso de lo cual no éramos conscientes ahora está en su sitio. Hemos aprendido a no malgastar.
Revisamos las cuentas una y otra vez y hacemos descubrimientos portentosos. ¿Y esta comisión? ¿A santo de qué? Otra lección de la crisis: nos enseña a pelear, a luchar por cada comisión que consideramos exagerada.
Gracias a la crisis descubrimos que muchas empresas que nos daban un buen servicio, ahora nos lo siguen prestando por menos dinero. Entonces, ¿significa eso que antes nos cobraban de mas? Da igual. No nos comamos en coco. Lo importante es que ahora hemos arañado unos euros. Y ya se sabe, unos euros por aquí y otros por allá, hacen un dineral.
La crisis nos ha enseñado el valor de los amigos y de la familia. Los que tienen más prestan a los que tienen menos. Y por supuesto, hemos aprendido que hay amigos “de toda la vida” que dejan de serlo cuando les pedimos que nos echen una mano. Un momento: ¿somos nosotros los que no hemos echado una mano? Porque siempre echamos la culpa a los demás.
En fin, creo que el mejor regalo de Reyes ha consistido en aprender a sobrevivir en tiempos duros. No será la última vez. Lo recordaremos para la próxima. Es más, debemos recordarla para que, en tiempos futuros, cuando los nietos nos pregunten “¿qué hiciste en la crisis, yayo?”, les respondamos: “Luchar, resistir, ayudar y sobrevivir”.
Vaya regalo. Y para amenizar esta reflexión, he aquí un Gladiator en tiempos modernos que lo resume todo con fanfarria romana.
No se lo pierdan.
Pocas personas, salvo los médicos, se han parado a reflexionar sobre las ventajas de las enfermedades que nos azotan. Para luchar contra una invasión de gérmenes, el cuerpo humano aumenta la temperatura, los músculos flojean, y el ánimo decae. Justamente lo que necesita el cuerpo para vencer. Pues resulta que si no sintiéramos dolor y malestar, estaríamos tan campantes en la calle consumiendo energías vitales que necesitan nuestros anticuerpos y células para sobrevivir a un ataque. Nos están diciendo: “Eh, los de arriba, que no os vayáis de botellón porque necesitamos vuestro apoyo para echar a los invasores”.
Lo mismo nos enseña la crisis. Gracias a ella hemos aprendido a ahorrar. Ahí está la cifra del aumento del ahorro en la renta de las familias españolas, ahorramos energía por si las moscas, es decir, por si la tenemos que consumir más tarde.
Nos hemos dado cuenta de que estábamos abonados a un montón de seguros, canales, y gastos superfluos. Adiós con todo eso. La crisis también nos ha enseñado a administrar las cuentas de la casa, porque hemos pasado los últimos cinco o quizá diez años sin mirar las facturas que llegaban del banco. Las tirábamos en una caja y ni siquiera las abríamos. Directas al cubo de basura. Total, sobraba dinero.
Ahora, la crisis nos ha enseñado a convertir una caja de zapatos en nuestro cuadro de mandos: metemos las facturas ordenadas alfabéticamente. El teléfono, el coche, la comunidad, la luz, el agua, el colegio, en fin, todo eso de lo cual no éramos conscientes ahora está en su sitio. Hemos aprendido a no malgastar.
Revisamos las cuentas una y otra vez y hacemos descubrimientos portentosos. ¿Y esta comisión? ¿A santo de qué? Otra lección de la crisis: nos enseña a pelear, a luchar por cada comisión que consideramos exagerada.
Gracias a la crisis descubrimos que muchas empresas que nos daban un buen servicio, ahora nos lo siguen prestando por menos dinero. Entonces, ¿significa eso que antes nos cobraban de mas? Da igual. No nos comamos en coco. Lo importante es que ahora hemos arañado unos euros. Y ya se sabe, unos euros por aquí y otros por allá, hacen un dineral.
La crisis nos ha enseñado el valor de los amigos y de la familia. Los que tienen más prestan a los que tienen menos. Y por supuesto, hemos aprendido que hay amigos “de toda la vida” que dejan de serlo cuando les pedimos que nos echen una mano. Un momento: ¿somos nosotros los que no hemos echado una mano? Porque siempre echamos la culpa a los demás.
En fin, creo que el mejor regalo de Reyes ha consistido en aprender a sobrevivir en tiempos duros. No será la última vez. Lo recordaremos para la próxima. Es más, debemos recordarla para que, en tiempos futuros, cuando los nietos nos pregunten “¿qué hiciste en la crisis, yayo?”, les respondamos: “Luchar, resistir, ayudar y sobrevivir”.
Vaya regalo. Y para amenizar esta reflexión, he aquí un Gladiator en tiempos modernos que lo resume todo con fanfarria romana.
No se lo pierdan.
El jefe ideal.
Autor: zoomboomcrash
Cuando estamos en la escuela, en la universidad, en la academia o en el instituto nos enseñan de todo menos a ser jefes. ¿Jefes? Pues sí, porque tarde o temprano, muchos de nosotros seremos jefes y como no nos han pasado el manual, solemos improvisar y meter la pata. Los de abajo los sufren. Los jefes también sufren porque les entra la neura.
No voy a escribir el manual para ser jefe, sino el modelo de jefe que nos gustaría tener a todos.
1. Increíble; da los buenos días. Nos encanta que los jefes, superjefes y megagefes entren en la oficina y saluden a todos los que se encuentran a su paso. Algunos se olvidan de la cortesía natural.
2. Tiene su despacho abierto. Eso significa que tiene las orejas abiertas y puede uno entrar y dialogar. Buena señal.
3. No se pone nervioso. Aunque las máquinas se estropeen, se vaya la luz, el sistema se caiga o el temporal paralice las operaciones, el jefe siempre tiene una sonrisa, incluso a pesar de la crisis. Eso nos tranquiliza.
4. Tiene visión. No hay cosa peor que no saber de dónde venimos ni adónde vamos. Me refiero en el mundo de la empresa. Este jefe tiene una visión y encima la transmite a todos.
5. Me pone en mi sitio. Muchas veces los empleados no sabemos para qué valemos y de repente llega un jefe y encuentra en nosotros potencias que desconocíamos. Nos descubre a nosotros mismos. Nos hace sentirnos valiosos.
6. Me amonesta. Lo has hecho mal, reconócelo. ¿Quién no mete la pata? Para eso están los jefes: para corregir nuestros errores.
7. Me informa. No se conforma con ordenar sino que te explica cómo hay que hacer las cosas. Es la transmisión de la sabudiría de una generación a otra, como los abuelos. Nos hace más sabios.
8. Me forma. Invierte dinero en cursos de formación prácticos y positivos. Nada de cursos estúpidos que sólo representan un gasto inútil para la empresa.
9. No miente. Jamás promete algo que no pueda cumplir. Por eso me fío de él.
10. Me pide que le ayude. El jefe no tiene todas las respuestas pero sabe encontrar a la gente que las tiene. Me pregunta mi opinión, confía en mí, se fía de mí.
11. Me exige. Me encomienda misiones difíciles, me pone al borde de mi capacidad y me ayuda a lograrlo. Mi mayor tortura es defraudarle.
12. Se acuerda de mí. De mi cumpleaños, de la enfermedad de mi madre, de mis hijos, de mi estado de salud.
13. Me felicita. A veces, pasamos meses o años tratando de hacerlo mejor pero nadie lo reconoce. Un día inesperado este jefe (hombre o mujer) nos da unas palmaditas. Con ese gesto, ya ha alegrado nuestro día.
14. Me premia. Una subida de salario, una compensación extraordinaria, un viaje inesperado. Después de las pamaditas, no hay mayor satisfacción que una ayuda monetaria.
15. Me hace jefe. Ahora sólo queda imitarle.
Cuando estamos en la escuela, en la universidad, en la academia o en el instituto nos enseñan de todo menos a ser jefes. ¿Jefes? Pues sí, porque tarde o temprano, muchos de nosotros seremos jefes y como no nos han pasado el manual, solemos improvisar y meter la pata. Los de abajo los sufren. Los jefes también sufren porque les entra la neura.
No voy a escribir el manual para ser jefe, sino el modelo de jefe que nos gustaría tener a todos.
1. Increíble; da los buenos días. Nos encanta que los jefes, superjefes y megagefes entren en la oficina y saluden a todos los que se encuentran a su paso. Algunos se olvidan de la cortesía natural.
2. Tiene su despacho abierto. Eso significa que tiene las orejas abiertas y puede uno entrar y dialogar. Buena señal.
3. No se pone nervioso. Aunque las máquinas se estropeen, se vaya la luz, el sistema se caiga o el temporal paralice las operaciones, el jefe siempre tiene una sonrisa, incluso a pesar de la crisis. Eso nos tranquiliza.
4. Tiene visión. No hay cosa peor que no saber de dónde venimos ni adónde vamos. Me refiero en el mundo de la empresa. Este jefe tiene una visión y encima la transmite a todos.
5. Me pone en mi sitio. Muchas veces los empleados no sabemos para qué valemos y de repente llega un jefe y encuentra en nosotros potencias que desconocíamos. Nos descubre a nosotros mismos. Nos hace sentirnos valiosos.
6. Me amonesta. Lo has hecho mal, reconócelo. ¿Quién no mete la pata? Para eso están los jefes: para corregir nuestros errores.
7. Me informa. No se conforma con ordenar sino que te explica cómo hay que hacer las cosas. Es la transmisión de la sabudiría de una generación a otra, como los abuelos. Nos hace más sabios.
8. Me forma. Invierte dinero en cursos de formación prácticos y positivos. Nada de cursos estúpidos que sólo representan un gasto inútil para la empresa.
9. No miente. Jamás promete algo que no pueda cumplir. Por eso me fío de él.
10. Me pide que le ayude. El jefe no tiene todas las respuestas pero sabe encontrar a la gente que las tiene. Me pregunta mi opinión, confía en mí, se fía de mí.
11. Me exige. Me encomienda misiones difíciles, me pone al borde de mi capacidad y me ayuda a lograrlo. Mi mayor tortura es defraudarle.
12. Se acuerda de mí. De mi cumpleaños, de la enfermedad de mi madre, de mis hijos, de mi estado de salud.
13. Me felicita. A veces, pasamos meses o años tratando de hacerlo mejor pero nadie lo reconoce. Un día inesperado este jefe (hombre o mujer) nos da unas palmaditas. Con ese gesto, ya ha alegrado nuestro día.
14. Me premia. Una subida de salario, una compensación extraordinaria, un viaje inesperado. Después de las pamaditas, no hay mayor satisfacción que una ayuda monetaria.
15. Me hace jefe. Ahora sólo queda imitarle.
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