Dejar que una persona, por muy líder que sea, ostente un poder absoluto no suele desembocar en buenas elecciones. Os explicamos los distintos tipos de toma de decisiones compartida y cuáles son sus ventajas.
Un gran poder conlleva una gran responsabilidad. Y, a veces, dicha responsabilidad supera con creces la capacidad de un individuo concreto para ejercerla de forma eficiente, justa y razonable. Solo hay que tener en cuenta ejemplos como la justicia (donde existen mecanismos de revisión y tribunales formados por varios jueces -incluso por jurados populares-), la realización de actos de difícil moralidad (como la pena de muerte, en la que la sentencia mediante inyección letal es ejecutada por, al menos, tres personas distintas para que ninguna sepa si aplica un placebo o el componente letal) o la propia democracia (en la que se suelen exigir mayorías cualificadas para los grandes cambios de rumbo).
Si tenemos en cuenta que cuantas más personas, menos errores cometeremos en la toma de decisiones, cabe preguntarse por qué este principio todavía no se aplica en el entorno profesional. En muchas empresas, especialmente las startups, sigue imperando el puño de hierro de su líder quien hace y deshace a su antojo sin contar con el resto de la dirección (normalmente sometida o colocada por el propio líder) ni la plantilla. Lo cual, consideran todos los expertos, supone un factor de alto riesgo en un entorno tan cambiante y desafiante como el actual.
La solución radica, por ende, en la toma de decisiones compartida, por la que un grupo de personas es el que comparte sus diferentes puntos de vista (cada cual percibe la realidad de un modo distinto) para llegar a un entendimiento mutuo que se supone el ideal y más eficaz para la compañía.
Un proceso más complejo, qué duda cabe, que el liderazgo individual, que añade elementos como la interacción entre los miembros del equipo, la comunicación ligada al intercambio mismo de la información y la gestión de conflictos. Pero que, a cambio, facilita debates más profundos tanto sobre la búsqueda de problemas/oportunidades como sobre el análisis de los mismos.
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Vemos, por tanto, que existen ventajas claras de emplear este mecanismo de decisión en lugar de ceder todo el protagonismo al líder de la compañía; comenzando y acabando con una notoria reducción de las probabilidades de cometer un error fatal o emprender una estrategia a todas luces fallida por el empecinamiento de un directivo concreto.
Para muestra un botón: cuando Steve Ballmer, consejero delegado de Microsoft, decidió la compra de Nokia lo hizo tras consultar a su junta directiva. Pero, ante su división, acabó tirando de galones para hacer lo que él creía más conveniente, sin atenerse a las dudas planteadas por los ejecutivos díscolos (entre ellos Satya Nadella o, como asesor independiente, el mismísimo Bill Gates). El resultado es historia: fracaso rotundo que tuvo que ser remendado por su sucesor en el cargo, el propio Nadella.
Tipos de toma de decisiones compartidas
Si te ha convencido esta argumentación para promover la toma de decisiones compartida en tu empresa, departamento o grupo de trabajo, has de saber que existen diferentes fórmulas para llevarla a cabo. Y, en casi todas ellas, la variable que cambia es el rol que juegan cada uno de sus miembros tanto en las interacciones propiamente dichas como en el resultado final de la deliberación.
En ese sentido, los expertos de la escuela de negocios CEREM (adscrita a la Universidad Rey Juan Carlos) distinguen entre los siguientes planteamientos, cada uno con sus propios valores positivos y negativos:
- Por autoridad. Las decisiones son tomadas en el grupo en función del posicionamiento jerárquico de los miembros que lo integran, del lugar que ocupan en la estructura organizativa. Por ende, el líder formal del grupo es en este caso quien se reserva en última instancia la capacidad de decidir, si bien después de tomar en consideración la “voz del grupo”. El ejemplo anterior de Ballmer encajaría en esta definición, pero también las decisiones cualificadas de un líder que consulta los detalles técnicos de una iniciativa a los expertos de ese departamento o a consultores externos.
- Por una minoría dominante. Una parte minoritaria del grupo impone sus criterios a la totalidad de sus miembros. No importa tanto la decisión como la lucha por el poder y la búsqueda de posicionamientos jerárquicos, lo que tendrá previsiblemente implicaciones negativas en la implantación de la decisión tomada si ello requiere la implicación de todos los miembros que han participado en la toma de decisiones.
- Por mayoría. Se procede a votación entre los miembros del equipo cuando hay distintas posiciones o preferencias con relación a las posibles alternativas que el grupo ha considerado. El procedimiento de votación se “oficializa”, considerándose derivado de su resultado la aceptación de la decisión tomada por todos los miembros del grupo.
- Por consenso. Se puede considerar como la mejor forma de tomar decisiones en grupo. Supone el que todos los miembros del mismo han participado activamente tanto en la sistematización de la información necesaria a manejar como en las fases de la resolución de problemas, para finalmente exponer su posicionamiento con relación a las alternativas generadas, acordando aquella alternativa considerada más favorable para la consecución de los objetivos deseados.
Via: TICbeat
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