Marina de EE.UU. prueba con éxito el despegue de drones desde portaaviones:
Para las fuerzas armadas de Estados Unidos, los aviones no tripulados (también conocidos como drones) se han convertido en una pieza clave de su arsenal y están presente en un buen número de operaciones militares del Ejército, la Fuerza Aérea o la Armada. Aeronaves como el famoso Predator, el RQ-170 o el MQ-8 Fire Scout son algunos de los modelos que hemos ido conociendo a lo largo del tiempo, una flota de aeronaves que sigue creciendo con nuevos proyectos impulsados por el Departamento de Defensa de Estados Unidos que, a través de la Marina, acaba de alcanzar un nuevo hito: la certificación del X-47B para realizar despegues y aterrizajes desde la cubierta de un portaaviones, un hecho especialmente importante para el despliegue de este tipo de drones desde cualquier zona de conflicto.
El X-47B es un proyecto de aviones no tripulados de nueva generación que estaba desarrollando Northrop Grumman para la Marina de Estados Unidos y que tiene como objetivo, a largo plazo, prescindir del piloto que controla el avión desde tierra y hacerlos volar de manera autónoma. Si bien el proyecto aún está en fase experimental y queda aún bastante tiempo de desarrollo, la Marina de Estados Unidos ha anunciado esta semana un hito bastante significativo en este proyecto puesto que, tras múltiples ensayos y pruebas, el X-47B es apto para funcionar con el sistema de catapultas que hace despegar a los aviones en la cubierta de un portaaviones.
Cualquier avión necesita, antes del despegue, circular por una pista hasta alcanzar la denominada velocidad de sustentación que hace que éste pueda levantarse del suelo y despegar, si bien en tierra, las pistas de los aeropuertos y aeródromos tienen bastante longitud, los aviones que despegan desde la cubierta de un portaaviones no tienen ese lujo y las pistas de despegue y aterrizaje son muchísimo más cortas. Para paliar esta carencia y permitir las operaciones aéreas, los portaaviones disponen de un sistema de catapultas que, literalmente, lanzan al avión permitiéndole alcanzar una mayor aceleración en el despegue acortando así la necesidad de que éste recorra mayor distancia (y en los aterrizajes utilizan unos ganchos y unos cables que agarran al avión al aterrizar para hacerle frenar).
El X-47B, al igual que cualquier avión, requiere de una pista para alcanzar la velocidad de sustentación en el despegue y, precisamente, éstas han sido las pruebas que la Marina de Estados Unidos ha estado realizando con el avión no tripulado, marcando así un hito importante en la aviación naval (y concretamente en lo relativo al uso de drones). Con estas pruebas, la Marina de Estados Unidos certifica la viabilidad del uso de drones en los portaaviones, abriendo la puerta al uso de estas aeronaves en misiones aéreas de la Armada y convirtiendo los portaaviones de la Marina en base de operaciones de estos aviones (dándole así mucha más flexibilidad al uso de los UAV al dotarlos de bases “móviles”).
¿Y por qué estas pruebas? No todos los aviones son aptos para funcionar con el sistema de catapultas de los portaaviones puesto que debe probarse que el impulso del sistema de catapultas no afecta a la estructura del aparato y, sobre todo, a sus sistemas electrónicos además de que, realmente, sirva para que el avión despegue y pueda volar cuando se termine la pista de la cubierta del barco.
Por ahora las pruebas realizadas en tierra (en unas instalaciones de pruebas en Pax River) han sido satisfactorias y, según la propia Marina, el siguiente paso será llevar el X47-B a la cubierta de un portaaviones real (el USS Harry S. Truman) para continuar con el protocolo de pruebas y poder certificar la viabilidad del programa (despegue y aterrizaje) el próximo año 2013.
Con este hito, la Marina de Estados Unidos marca un punto de inflexión en las operaciones de la aviación naval.
Imagen: Marina de Estados Unidos
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