En ciudades africanas como Nairobi, Harare o Dar es Salaam, es habitual ver a sus habitantes luciendo camisetas que no estarían fuera de lugar en tiendas vintage de Nueva York o París. Son coloridas, llevan mensajes irónicos y muchos tienen un distinguido toque setentero a precios populares.
Existen mercados dedicados exclusivamente a vender estas prendas de segunda mano que han llegado desde Europa y Estados Unidos, y que fueron donados por sus dueños originales. Sí, efectivamente, esa ropa que las personas meten en los contenedores de metal en las paradas de autobús ha acabado aquí.
La primera reacción cuando la gente en países desarrollados se entera de que esto está ocurriendo es enfado y estupor. “Cómo pueden estar comerciando con ropa que es para los más necesitados”, es un comentario típico en esta situación.
Paradójicamente lo que podría parecer una injusticia se ha convertido en un medio de vida legítimo para muchos pequeños empresarios que compran y venden estas prendas. Los artículos llegan a África en grandes paquetes recubiertos de plástico llamados Mitumba, apelativo que hoy en día se utiliza para describir la ropa de segunda mano en estos países.
Sean Hewens y Ross Lohr, dos emprendedores sociales provenientes de Boston, conocieron de cerca este fenomeno durante una visita a Kenia en julio de 2010 y tuvieron una idea. ¿Por qué no realizar este proceso a la inversa? Es decir, comprar camisetas a muy bajo precio en África, arreglarlas y venderlas como piezas únicas en EEUU por 25 dólares. Todos los beneficios que se logran de la venta se destinan a proyectos sociales que se realizan en el continente.
Esto en grandes líneas se convirtió en la base de Project Repat, una empresa social creada por Lohr y Hewens que juega con el concepto de “repatriación” de la ropa de África a su lugar de origen.
“El impacto es doble. La economía local gana porque compramos las prendas a emprendedores de allí y el dinero que ganamos por la venta en Norteamérica se reinvierte en proyectos sociales en esos países”, explican en su página web.
Durante su primer viaje de negocios, los impulsores de Repat lograron recaudar 7.000 dólares en Kickstarter para rodar un documental sobre el proyecto que se puede ver aquí:.
En este viaje compraron 500 camisetas para llevar a EEUU y descubrieron que en cada mercado existen talleres donde grupos de mujeres se dedican a mejorar, arreglar y customizar las camisetas añadiendo mangas de distintos colores, adaptándolo a gustos locales o reduciendo el tamaño de la prenda. Todos los modelos llevan un sello de “repatriación” y están a la venta en su página web.
Mitumba nation
El fenómeno Mitumba da trabajo a muchas personas, como constató un documental de Al Jazeera rodado el año pasado. El reportaje sigue el viaje de una camiseta desde el momento en el que es donada en el norte de Alemania hasta que acaba en las manos de un niño en un pueblo remoto en el interior de Tanzania.
Entre medias, la prenda pasa por una compañía germana que se dedica a comprar esta ropa a las ONGs, un distribuidor napoletano que lo envia a África en barco, el distribuidor que recibe los pedidos en Tanzania y el pequeño emprendedor que los compra a ese distribuidor. A su vez, el emprendedor vende sus artículos en una subasta donde la camiseta acaba en manos de una mujer que se dedica a vender ropa en su pueblo natal. Es aquí donde ella acaba vendiendo la camiseta alemana a una madre que lo adquiere para su hijo. Se cierra el círculo.
Para estos dos últimos pequeños emprendedores, vender ropa les ha permitido ganarse una vida más digna y abandonar el duro mundo de la agricultura de subsistencia.
Los chinos, como era de esperar, ya tienen preparada su respuesta a los Mitumba. Desde hace unos años comercializan ropa nueva en Tanzania y Kenia que imita el estilo de estas prendas de segunda mano. Por el momento, pueden respirar tranquilos. Las calidades siguen siendo bastante inferiores.
Más información:
The Travels of a T-Shirt in the Global Economy
Posts relacionados:
No hay comentarios.:
Publicar un comentario