Gustavo Coronel
Así eramos hace millones de años, cuando había unidad.
Estas son las placas tectónicas que están en movimiento. Ello explica los terremotos y los tsunamis recientes.
Parece que la naturaleza está en una etapa de activos cambios que van más allá de lo “normal”. Siempre nos habíamos consolado pensando que las grandes transformaciones, los cambios llamados geológicos, ocurrían durante millones de años, de manera gradual e imperceptible. Según esta percepción Sur América habría flotado delicadamente desde el Cretácico superior, hace unos 70 millones de años, para separarse de África, a una velocidad de algunos centímetros por milenio, como parte del desmembramiento de la llamada Pangea, un super continente de bello nombre. De esta manera los nativos del lugar, las bellas amonitas, los ponderosos dinosaurios y los ágiles pterodáctilos apenas se dieron cuenta de los cambios. Por supuesto, Venezuela no era Venezuela y a Esteban le faltaban millones de años para aparecer sobre nuestro suelo. La nariz de Pinocho de lo que luego sería la costa de Brasil se distanciaría finalmente de la concavidad que la alojaba, como un hoyuelo en la cara de África que luego sería Gabón, Angola y la Guinea Ecuatorial.
Pero la cosa podría no ser así. Así como el ser humano no envejece de manera gradual e imperceptible, sino en eventos abruptos y pronunciados que duran pocos meses, así mismo nuestro planeta pudiera experimentar cambios súbitos y catastróficos en menos tiempo de, como decían en mi niñez, suspira un cura loco. (Nunca pude entender bien eso).
De manera que estoy, no preocupado, sino aterrorizado. Ante situaciones que trascienden nuestro entendimiento y nuestros recursos el ser humano no debe preocuparse sino que, convenientemente, debe dar paso al terror.
Por qué siento terror, y no por mí sino por nuestro planeta? Porque en materia de meses, es decir, un mini- attosegundo en la escala geológica, hemos tenido terremotos en todo el mundo, desde China hasta Chile, desde Haití hasta Indonesia y tsunamis, esas olas asesinas incrementales, en muchas porciones de nuestra geografía. Hoy, por ejemplo, Chile ha sufrido un terremoto de 8,8 en la escala de Richter, con pérdida importante de vidas y de infraestructura y se esperaba un Tsunami en Hawai. Haití, hace semanas, tuvo un terremoto que practicamente aniquiló la nación. La cantidad de señales que nos está enviando el planeta es más numerosa que en toda nuestra historia, desde el principio de los registros.
El planeta está en marcha. La placa de Nazca al oeste de Chile se está moviendo contra la Placa de SurAmérica. La Placa del Caribe, al norte de Venezuela, se ha movido ya en el Caribe. Cada temblor en las ciudades venezolanas de Boconó, Coro o Cumaná tiene que ver con un movimiento de la Placa del Caribe contra la Placa de Sur América. Significa esta exacerbada actividad que el movimiento de las placas no es constante e imperceptible sino abrupto y catastrófico, o será acaso una combinación de ambas modalidades?
Soy geólogo pero no se cual es la respuesta, porque ya hay sismólogos y geofísicos quienes saben más que los geólogos sobre estos asuntos ( o dicen que saben). Como geólogo lo único que se me ocurre es aconsejar a mis amigos y familiares, en ese orden, que se muden lejos de las costas. Nada de Los Angeles, Valparaiso, Bali o La Guaira. Preferiblemente Denver, Neuquen, Bandung o Barinas (si, Barinas es geologicamente de lo más segura, aunque no pueda decir lo mismo sobre su componente político).
Al hacerlo ustedes podrán sentirse más seguros por el resto de sus vidas. Ello no significa, por supuesto, que en los sitios no recomendados pasará algo terrible durante la vida de cada uno de nosotros. De manera que no puedo aconsejarles que vendan la casa de Los Angeles o el apartamento en Margarita a precio de gallina flaca porque, a lo mejor, allí no pasará nada sino dentro de unos geologicamente escasos 2780 años.
Después de todo, no habría quien reclamara ni habría a quien reclamar.
Miren, pensándolo bien, yo pienso que, después de todo lo dicho, lo mejor que cada quien puede hacer es quedarse donde esté. Eso si, recemos.
Así eramos hace millones de años, cuando había unidad.
Estas son las placas tectónicas que están en movimiento. Ello explica los terremotos y los tsunamis recientes.
Parece que la naturaleza está en una etapa de activos cambios que van más allá de lo “normal”. Siempre nos habíamos consolado pensando que las grandes transformaciones, los cambios llamados geológicos, ocurrían durante millones de años, de manera gradual e imperceptible. Según esta percepción Sur América habría flotado delicadamente desde el Cretácico superior, hace unos 70 millones de años, para separarse de África, a una velocidad de algunos centímetros por milenio, como parte del desmembramiento de la llamada Pangea, un super continente de bello nombre. De esta manera los nativos del lugar, las bellas amonitas, los ponderosos dinosaurios y los ágiles pterodáctilos apenas se dieron cuenta de los cambios. Por supuesto, Venezuela no era Venezuela y a Esteban le faltaban millones de años para aparecer sobre nuestro suelo. La nariz de Pinocho de lo que luego sería la costa de Brasil se distanciaría finalmente de la concavidad que la alojaba, como un hoyuelo en la cara de África que luego sería Gabón, Angola y la Guinea Ecuatorial.
Pero la cosa podría no ser así. Así como el ser humano no envejece de manera gradual e imperceptible, sino en eventos abruptos y pronunciados que duran pocos meses, así mismo nuestro planeta pudiera experimentar cambios súbitos y catastróficos en menos tiempo de, como decían en mi niñez, suspira un cura loco. (Nunca pude entender bien eso).
De manera que estoy, no preocupado, sino aterrorizado. Ante situaciones que trascienden nuestro entendimiento y nuestros recursos el ser humano no debe preocuparse sino que, convenientemente, debe dar paso al terror.
Por qué siento terror, y no por mí sino por nuestro planeta? Porque en materia de meses, es decir, un mini- attosegundo en la escala geológica, hemos tenido terremotos en todo el mundo, desde China hasta Chile, desde Haití hasta Indonesia y tsunamis, esas olas asesinas incrementales, en muchas porciones de nuestra geografía. Hoy, por ejemplo, Chile ha sufrido un terremoto de 8,8 en la escala de Richter, con pérdida importante de vidas y de infraestructura y se esperaba un Tsunami en Hawai. Haití, hace semanas, tuvo un terremoto que practicamente aniquiló la nación. La cantidad de señales que nos está enviando el planeta es más numerosa que en toda nuestra historia, desde el principio de los registros.
El planeta está en marcha. La placa de Nazca al oeste de Chile se está moviendo contra la Placa de SurAmérica. La Placa del Caribe, al norte de Venezuela, se ha movido ya en el Caribe. Cada temblor en las ciudades venezolanas de Boconó, Coro o Cumaná tiene que ver con un movimiento de la Placa del Caribe contra la Placa de Sur América. Significa esta exacerbada actividad que el movimiento de las placas no es constante e imperceptible sino abrupto y catastrófico, o será acaso una combinación de ambas modalidades?
Soy geólogo pero no se cual es la respuesta, porque ya hay sismólogos y geofísicos quienes saben más que los geólogos sobre estos asuntos ( o dicen que saben). Como geólogo lo único que se me ocurre es aconsejar a mis amigos y familiares, en ese orden, que se muden lejos de las costas. Nada de Los Angeles, Valparaiso, Bali o La Guaira. Preferiblemente Denver, Neuquen, Bandung o Barinas (si, Barinas es geologicamente de lo más segura, aunque no pueda decir lo mismo sobre su componente político).
Al hacerlo ustedes podrán sentirse más seguros por el resto de sus vidas. Ello no significa, por supuesto, que en los sitios no recomendados pasará algo terrible durante la vida de cada uno de nosotros. De manera que no puedo aconsejarles que vendan la casa de Los Angeles o el apartamento en Margarita a precio de gallina flaca porque, a lo mejor, allí no pasará nada sino dentro de unos geologicamente escasos 2780 años.
Después de todo, no habría quien reclamara ni habría a quien reclamar.
Miren, pensándolo bien, yo pienso que, después de todo lo dicho, lo mejor que cada quien puede hacer es quedarse donde esté. Eso si, recemos.
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