Es innegable que la llegada de la llamada
Web 2.0, y el
espectacular desarrollo tecnológico que la viene acompañando desde su aparición, ha transformado y sigue transformando la forma en que las personas se comunican, trabajan, aprenden, se divierten y, en general, interaccionan socialmente.
Por otra parte, la creciente globalización, así como la generalización del uso de Internet y la popularización de tecnologías relacionadas, hace que el ritmo de cambio que se ven obligadas a mantener las organizaciones del conocimiento para sobrevivir sea cada vez mayor, lo que a su vez está poniendo de manifiesto las carencias que sufren los modos de gestión heredados del siglo pasado a la hora de hacer frente a los retos de este siglo.
Si partimos de la base de que la única forma de asegurar la futura viabilidad de las organizaciones es siendo
más ágiles y adaptables, veremos que ello exige
descentralizar la toma de decisiones y, en concreto,
evolucionar desde estructuras jerárquicas a estructuras en red. Si combinamos esta exigencia con las
posibilidades que para ello ofrece a día de hoy la tecnología, nos encontramos con las condiciones idóneas para una “
tormenta perfecta” en la empresa.
Por otra parte, en este profundo proceso de cambio en el que nos encontramos, hay al menos con dos víctimas potenciales. Hablo de dos funciones “clásicas” en las empresas tradicionales. Dos funciones que se encuentran actualmente en una grave situación de crisis, hasta tal punto que lo que está en juego es su supervivencia. Me refiero, claro está, a los departamentos de IT (o Sistemas) y de RRHH.
Pero hoy me gustaría llamar la atención sobre otro detalle, que es quién está ganando la carrera hacia la supervivencia, al menos por ahora.
IT lleva ventaja a RRHH. Mucha ventaja. Conscientes de la amenaza que suponen las “tecnologías fáciles” al alcance de casi cualquier usuario, han pasado a la acción. El camino que eligen es a menudo equivocado, pero al menos son conscientes de lo que hay en juego e intentan buscar soluciones.
RRHH sigue como
la rana hervida de la parábola. Como se dice vulgarmente, “a por uvas”. A su tradicional distanciamiento de la realidad del negocio, se suma en este caso su legendaria
aversión por la tecnología, como si saber de personas y de tecnología fuera algo mutuamente excluyente.
El caso es que, cuando esta aversión tecnológica se combina con el analfabetismo digital de muchos “directivosaurios”, se traduce en una mezcla explosiva que en nada ayuda a la necesaria transformación de la organización, situación que suelen aprovechar inteligentemente los departamentos de IT.
La realidad, sin embargo, es que la revolución que se debe producir en las organizaciones para garantizar su competitividad, y con ello su supervivencia,no es tanto una revolución tecnológica como una revolución social.
En esta ocasión, la tecnología no puede seguir siendo algo a lo que los usuarios deben adaptarse, cuando no padecer, sino precisamente al contrario. No vale seguir implantando tecnología estandarizada, el “café con leche para todos” que tanto gusta en las organizaciones tradicionales, simplemente porque es cómodo, eficiente en costes y tranquilizante de ignorantes.
La tecnología siempre debería tener un para qué y buena parte del para qué lo tiene que decidir el usuario. Esto tiene que ser así porque
la tecnología debe ser un medio al servicio del usuario y no una limitación para el usuario. Y si la tecnología está al servicio del usuario, la realidad será que cada persona elegirá, muy probablemente, distinta tecnología para hacer una misma tarea. Porque la elegirá en función de su experiencia previa, su nivel de conocimiento y su forma de trabajar. Este enfoque sobre cómo gestionar la tecnología en el entorno de trabajo no es ciencia ficción porque hay empresas que ya están ahí, como por ejemplo las que han adoptado el modelo
BYOD.
Resulta muy preocupante ver al nivel al que la mano de IT ha llegado en muchas organizaciones. En un entorno en el que lo que se necesita son personas responsables, autónomas, motivadas y comprometidas, la praxis de IT es tratarlas como delicuentes en potencia o como analfabetos, cuando no como ambas cosas a la vez.
Y digo preocupante porque lo que importa no es lo que dices, sino lo que realmente haces. Una organización no puede enarbolar la bandera de la modernidad y seguir tratando a tus colaboradores como en el siglo XIX. Puede gustar o no gustar, pero no existe responsabilidad donde no existe libertad. Si realmente quieres gente responsable, dale libertad, por ejemplo para elegir la tecnología, y exígeles un uso responsable de la misma. Pero, sobre todo, sin olvidar que el papel de IT es ayudar, no entorpecer.
Recursos Humanos por su parte debe salir de la edad de piedra tecnológica en la que a menudo habita y familiarizarse con la tecnología y sus posibilidades. No se trata de saber configurar un servidor sino de saber cuáles son y para qué sirven las diversas tecnologías. En otras palabras, para tener un criterio formado y poder cuestionar los “cuentos” que a veces utiliza la gente de IT para convencer a los “directivosaurios”.
RRHH es la función experta en personas pero solo conociendo bien las posibilidades que ofrece la tecnología podrá contribuir a que las personas la aprovechen al máximo.
IT y Recursos Humanos son a día de hoy dos aliados naturales que deberían trabajar juntos. Deberían hacerlo porque son dos funciones expertas que se complementan de forma inmejorable ante las circunstancias en las que nos encontramos. Pero, para ello, ambas funciones deben abandonar su zona de confort, olvidarse del control y evolucionar. IT puede y debe llegar a ser el verdadero socio experto en tecnología que necesitan las organizaciones, al igual que RRHH puede y debe convertirse en un auténtico socio experto en personas.
Si ambas funciones superan estos retos y aprenden a trabajar juntas, puede que aún tengan un futuro. De hecho, colaborar es el único camino hacia su supervivencia, porque la revolución social en la empresa ha empezado con la tecnología pero no será posible sin las personas.